La psicóloga Dévora Kestel (Bahía Blanca, Argentina, 1964) comenzó a colaborar con la Organización Mundial de la Salud en el conflicto de Kosovo. Ahora, como directora de Salud Mental del organismo, se conecta desde su casa de Ginebra con todo el mundo. Propugna como respuesta a esta crisis la extensión de la atención de salud mental en todos los círculos sociales.
Pregunta. ¿A qué riesgo psicológico está sometida la población en esta crisis?
Respuesta. Existe el miedo de enfermarse, de morir, de perder seres queridos y los medios de vida. Se suman cuestiones de exclusión social, de separación, de aislamiento. Y, está la ansiedad, la impotencia y la incertidumbre de lo que va a venir en el futuro.
P. ¿Quiénes son los más vulnerables?
R. Los enfermos y los que han perdido a seres queridos. Pero también los sanitarios, con una enorme carga de trabajo, seguramente agotados, y eso tiene un impacto en su salud mental. En muchos casos son víctimas de discriminación o de estigma. Están aumentando los casos de violencia contra la mujer, contra los niños, lo que también tiene su impacto psicológico, y luego los ancianos y personas con problemas de salud mental, que pueden estar afectadas por el aislamiento, pero también por la falta de acceso a psicoterapia o medicamentos. Los enfermos crónicos que ven sus cuidados en riesgo… Cada uno de estos grupos y la sociedad en general está siendo afectada en su salud mental. Por lo que está sucediendo, es un impacto masivo de miedo, de ansiedad, de preocupación, de estrés.
P. ¿Qué peculiaridades tiene esta crisis en comparación con otras conocidas como guerras, catástrofes o ataques terroristas?
R. Entra en el corazón de países desarrollados e impacta duramente. Y ha llegado a ser global. Afecta a todos, ricos y pobres. El ébola estaba en África. El SARS en algunos lugares de Asia. Les pasaba siempre a los otros, en otro lugar. Ahora somos todos. Yo creo que esta es la gran diferencia. Vamos a aprender de esto. Además, hay incertidumbre sobre el futuro, no sabemos ni si en dos semanas vamos a volver a trabajar o cómo, ni si vamos a tener trabajo.
P. ¿En qué se parece a una catástrofe?
R. Desde la perspectiva de la salud mental y el apoyo psicosocial necesario, el tipo de impacto es el mismo porque es el individuo el que va a reaccionar a eso que está pasando. En las emergencias, guerras o catástrofes una de cada cinco personas va a estar afectada por un trastorno mental, ansiedad, depresión o patologías severas. Y eso es lo mismo hoy. No cambia. Pero ahora es masivo y eso nos tiene que preocupar para poder responder. Uno de cada cinco ya es muchísimo, muchísimo, y muchos más pueden estar afectados por angustia, estrés, pero eso no llega a ser clasificado como una enfermedad mental. Es más o menos el doble de lo que puede pasar en situaciones normales.
P. ¿Qué va a causar más daño, el impacto sanitario o el económico?
R. Ambos nos van a afectar. Es una lucha compartida la de proteger las vidas y proteger los medios de vida. En condiciones normales, el desempleo se vincula con una salud mental empobrecida. O sea, que eso va a tener impacto en la salud mental.
P. ¿Qué deben hacer las autoridades para paliar el daño en salud mental de los ciudadanos?
R. Preparar y fortalecer la respuesta. Es importante adaptar los recursos existentes, coordinarse con otros sectores. Una de las cosas que venimos promoviendo como organización es que los servicios de salud mental estén descentralizados. En este momento más que nunca eso es importante. Deben adaptar su capacidad de respuesta para que la comunidad acceda a esos servicios. Y los Gobiernos van a tener que promover eso en espacios de trabajo, de protección social, de salud, y en la educación.
P. ¿Va a colapsar el sistema?
R. No. Venimos trabajando en diferentes países en que el personal de salud básica, de escuelas y otros espacios sociales, sepa de salud mental para apoyar en cierto nivel de problemática. Hay ejemplos con base científica, por ejemplo en Zimbabue. Un proyecto muy conocido es el Banco de la Amistad, lo desarrolló el único psiquiatra de la localidad, que no daba abasto. Hizo una formación corta a abuelas que se sientan en el banco y dan consejos basados en una psicoterapia intensa, breve. No están reemplazando al psiquiatra, están haciéndose cargo de una problemática que no hace falta que llegue al psiquiatra. Ahora se va a tener que hacer más énfasis en las respuestas de este tipo, justamente para no llegar a colapsar el sistema. Estamos ultimando una app que podría resultar de gran ayuda.
ANA ALFAGEME
20 ABR 2020 – EL PAÍS