La práctica psicoanalítica vuelve con fuerza a nuestra actualidad. Tal vez no lo hace en la forma clásica, tumbados sobre el diván, sino mediante distintos libros que plantean nuevas y buenas formas de paliar las neurosis contemporáneas.

Artículo (La Consulta de Chamberí) - Psicoanálisis

En el primer semestre de este 2022 han coincidido en las librerías diversas obras sobre cómo tratar las neurosis contemporáneas, como Divaneos (David Dorebaum, Editorial Península), Cómo tratar con personalidades difíciles (Christophe André / François Lelord, Arpa editorial), El oficio de escuchar (Francisco Peñarrubia, Ediciones La Llave) o Los tabúes del mundo (Massimo Recalcati, Anagrama).

Según Recalcati, destacado psicoanalista que dirige el Instituto de Investigación en Psicoanálisis Aplicado, vivimos en la era del narcisismo. El individuo no nace predispuesto para el altruismo sino convencido en poder borrar el tabú de la dependencia del otro. Son tiempos de la apología del Yo, en la que el sujeto se basta a sí mismo de forma casi arrogante, como ente autónomo e independiente.

La cultura del selfie y la obtención compulsiva de likes nos convierte en narcisos enloquecidos que no dejan ver el poso de nuestra verdadera personalidad. El mito neoliberal del self made man (hombre hecho a sí mismo) nos ha llevado a un extremo en el que el Yo deviene la enfermedad humana por excelencia, una peligrosa locura o forma de idolatría como apostilla Massimo Recalcati en Los tabúes del mundo, un excelente libro que se compone de los distintos escritos que este autor fue publicando para el diario La Repubblica .

“Si la modernidad ha marcado el momento de la justa emancipación del Yo de los oscurantismos irracionales de la superstición, si la voz de Kant definió la época de la ilustración como la de la necesaria salida del hombre de su estado de minoría de edad, la época hipermoderna, en la que vivimos, ¿no ha transformado acaso el propio Yo en un nuevo ídolo pagano, tan supersticioso como los que la razón crítica de la Ilustración desenmascaró en su impostura?”

La cultura del ‘selfie’ y el ‘like’ oculta nuestra verdadera personalidad y nos convierte en narcisos enloquecidos

En esta circunstancia la sombra de Narciso se apodera del hombre hipermoderno. El psicoanalista italiano radiografía el espíritu de nuestros tiempos desde su diván con el convencimiento de que uno de los grandes males proviene de la perdida de límites. La contemporánea disolución de los tabús desde la desmesurada libertad nos ha sumido en un vacío sin contorno en el que andamos perdidos. Nuestra época quiere eliminar toda forma de tabú y ese sentido de desinhibición en ausencia de límites ha acabado por neurotizarnos. Pasolini decía que “la libertad sin vínculos que nos brinda el politeísmo de la sociedad de consumo es en realidad una forma inédita de esclavitud.” No es que debamos volver a los tiempos de represión y normas excesivas, pero la polaridad nos lleva a extremos radicales.

Lacan evocaba el sentido de la vida humana desde la leyenda del esclavo mensajero que llevaba escrito en su nuca el mensaje que tenía que entregar sin poder leerlo. Ese mensaje es el que todos nosotros llevamos y apenas conocemos, como ADN encriptado de un inconsciente que nos pertoca mediante el legado de nuestros padres, madres y ancestros. Son sentencias, auspicios, maldiciones o esperanzas sobre nosotros que el psicoanálisis viene a desentrañar.

La vía del psicoanálisis

David Dorenbaum desde su libro Divaneos viene a decirnos que el psicoanálisis puede ser el arte de descubrir o desenmascarar al ser hablante con el que nos presentamos. Individualmente desde una forma de escucha o empatía que Freud definió como atención flotante, el psicoanálisis pilla in fraganti al yo hablante y deshace su polaridad.

Se trata de escuchar los murmullos del inconsciente, desde una atenta mirada hacia los detalles sutiles, tantas veces imperceptibles, como ese cliente que al acabar la consulta siempre dejaba la silla desplazada apenas unos centímetros. Era su forma de llamar la atención porque su personalidad era la del hombre invisible a quien nadie hacía caso.

Vemos que nuestra esencia más íntima puede no venir de nosotros, sino que fue transmitida por otros

El psicoanálisis cotidiano nos muestra que nuestra esencia más íntima puede no venir de nosotros, sino que fue transmitida por otros. Esa materia o barro primordial es en el que se sumerge el psicoanálisis, al igual que otras formas de terapia, para revelar partes de nuestra identidad. En un sentido más extenso, se podría considerar que el psicoanalista es el clínico que escucha el malestar de la cultura , en alusión a ese pequeño gran ensayo que publicó Freud en 1930.

Algunas de las claves que Dorenbaum aporta en su libro de reflexiones de un psicoanalista para la vida cotidiana, contemplan valorar las pequeñas cosas, ver los sueños como proyecciones de nuestro mundo interior, aprender a escuchar o permitir que afloren emociones reprimidas desde la lectura de un libro, la visión de una obra de arte o una película. Nos identificamos con personajes fílmicos y como lo definió el psicoanalista Félix Guattari, el cine puede ser el diván del pobre. Algunos no hemos olvidado aquellos estudios psicoanalíticos de críticos cinematográficos como Raymond Bellour (, 1979) convirtiendo al Cary Grant de Con la muerte en los talones (Hitchcock, 1959) en modelo del complejo de Edipo y la castración.

De narcisistas a pasivo-agresivos

Otra vía para saber nadar en la neurosis contemporánea o los males de nuestro tiempo, pasa por comprender las personalidades difíciles. Este es el centro de atención del excelente libro de Christophe André y François LelordCómo tratar con personalidades difíciles.
La personalidad se entiende como lo que de forma habitual llamamos carácter, aquello que determina ­nuestra manera de reaccionar frente a una situación determinada. Cuando perdemos nuestro centro o armonía entramos en distintas tipologías de desequilibrio, convirtiéndonos en personas tóxicas o de personalidad difícil. Saber darse cuenta de cuándo estamos traspasando este umbral o aprender a manejarse ante este tipo de personas puede ser un beneficio para nuestras formas de relación cotidianas.
André y Lelord nos hablan de doce personalidades difíciles: narcisistas, ansiosas, paranoicas, borderline, psicopáticas, obsesivas, evitativas, esquizoides, pasivo agresivas, histriónicas, depresivas y dependientes. Como dicen, no es cuestión de pensar que el mundo está poblado de personalidades difíciles y complicadas. Es tan sólo una muestra de esa psicodiversidad en la que vivimos.

El psicoanálisis contemporáneo no busca tanto el origen y foco del trauma sino poner algo de luz a nuestras partes más oscuras, para que afloren de una forma más natural. Debemos aprender a vivir en el mundo como de verdad es, en la incertidumbre, siempre cambiante, sin perdernos en el torbellino cotidiano. La introspección nos ayuda a clarificar lo que parecía oscuro. Esta es una gran forma de autocuidado que podemos cumplir con la ayuda de un psicoanalista o terapeuta.

El cuidado de uno mismo

Francisco Peñarrubia, psicólogo y psicoterapeuta Gestalt de gran renombre, confiere a la terapia la denominación de oficio de escuchar . Como bien explica en el primer ensayo de su libro, la psicología humanista surgida en torno a la figura de Abraham Maslow, a finales de los años cincuenta, obedece a planteamientos reactivos al psicoanálisis freudiano.

Frente al intelectualismo de este, discípulos disidentes como Adler, Frankl o Wilhem Reich generan una corriente contracultural que aboga por una visión más holística donde el cuerpo y las emociones pueden tener un papel muy importante. Así mismo, la espiritualidad se va incluyendo en la concepción del ser humano desde la psicología transpersonal de Ken Wilber. Este itinerario es el que nos lleva a la confluencia y evolución del psicoanálisis y otras formas de terapia que indagan en nuestro interior bajo una mirada introspectiva.

En el libro de Peñarrubia El oficio de escuchar concebido como una antología de textos sobre su profesión como psicoterapeuta, aparecen pistas sobre cómo aprender a tratarnos. Escuchar al cuerpo, practicar la musicoterapia o atender a emociones suaves como la ternura o la vergüenza, son algunas de ellas. Bajo el dominio de las emociones explosivas como la rabia o el dolor, no llegamos a ver. Cada vez más, lo sutil se presenta como algo sanador, frente a lo más evidente, intenso y superficial.

El sentido de la vida, tiene mucho de no miedo a la muerte y sabernos cuidar. Epicuro decía que “mientras estamos nosotros no está la muerte; cuando nos llega la muerte dejamos de estar nosotros.”

La idea del cura sui o autocuidado de los griegos es fundamental no tanto como terapia para aquello dañado, sino como forma de vida derivada del espíritu socrático (conócete a ti mismo). La base es tomar conciencia de la existencia propia desde la atención a lo interior, no al exterior. No se trata de una forma de narcisismo sino de un cuidado personal en busca de un cierto grado de pureza, felicidad y sabiduría. En su Tecnologías del Yo (1990), Foucault le llamó tecnología del yo. En esta auto-terapia que puede ser un método personal sustentado desde la disciplina y compromiso con uno mismo, la puerta de acceso es detenerse, escuchar el silencio interior y descender a la cueva más profunda de nuestra personalidad para renacer enfocados y con nuevas potencias que antes eran invisibles.

Entrevista a David Dorenbaum

“El encuentro con la interioridad nos pilla por sorpresa”

David Dorenbaum, autor de Divaneos, es doctor en medicina, pediatra, psiquiatra y psicoanalista. Imparte clases en la facultad de Medicina de Toronto, donde tiene su consulta. De conversación atenta y distendida, atiende a la entrevista desde su Ciudad de México natal, donde ha venido a cuidar a su madre. Colaborador de El País y autor de numerosos ensayos. En la mirada entretenida sobre sus casos, hay algo del célebre Oliver Sacks.

¿Cuáles son las bases del psicoanálisis?
Es algo así como lograr una paravisión, en la que dos personas están viendo un campo con dos perspectivas diferentes. Consiste en trabajar con una persona sin que una tenga una visión de poder mayor sobre otra. Así entiendo yo el psicoanálisis moderno. La gente le pide al psicoanalista la articulación de su sufrimiento, ser a­tendidos. La historia siempre empieza con un evento problemático. No te contactan para conocerse mejor. A partir de ahí, el psicoanálisis es un procedimiento relacional que se basa en la escucha del psicoanalista cuya base es estar en el proceso, no en lo que haga uno. La presencia en sí y la forma de escucha establece el poder terapéutico del psicoanálisis.

Como dice al principio de su libro, ¿el psicoanálisis es una forma de introspección que ayuda a clarificar lo que parecía oscuro?
Claro, el cuadro del psicoanálisis activa la introspección y no solamente ocurre durante la sesión, sino que se activa por todas partes. Los temas inconscientes se te van apareciendo y se manifiestan en la vida cotidiana. Aquello que Freud trata en su bello ensayo La psicopatología de la vida cotidiana, el encuentro con nuestra interioridad nos pilla por sorpresa, una vez activamos el mecanismo de introspección.

¿El inconsciente está hecho de un barro primordial?
En el psicoanálisis contemporáneo, el concepto de inconsciente ha evolucionado. Ya no es algo inaccesible en nuestra cabeza sino que gracias a Lacan se empezó a comprender como un sistema de significación. No es un archivo fijo de experiencias inconscientes sino un lenguaje o sistema de significación. Cuando conectas, emerge un dato de nuestra interioridad. No es una historia fija. Hoy entendemos la complejidad del ser humano desde distintos ángulos integrando elementos de neurociencia, meditación o espiritualidad.

¿Las formaciones preexistentes del inconsciente son algo parecido al karma?
Esto me trae a la memoria el libro The telescoping of generations (2005) de la doctora Haydée Faimberg. Cuando cierras el telescopio se comprimen todas las generaciones y se produce una transmisión generacional inconsciente. Nosotros somos pequeños telescopios que concentramos esa información y debemos vivir con ello, sin saber de dónde nos viene todo eso. En el psicoanálisis podemos decodificar algunos de estos elementos de transmisión generacional. El karma puede ser un substrato de nuestro crecimiento, pero hemos de vigilar con el lenguaje porque limita y está hecho para que nos mal entendamos.

¿Cómo es la escucha o la atención flotante del psicoanalista?
Lo básico es ponerse en una posición equidistante. Para mí es tan importante que el paciente me cuente lo que estaba leyendo en la sala de espera como la tragedia con la que viene sobre una madre que quiere desheredarla.

¿Y qué ha pasado con el diván?
El diván es parte de un encuadre. Piensa en el teatro. Si hay una puerta es por algo. El teatro es un escenario en el que las cosas adquieren un significado. El mundo es lo mismo, pero se nos escapan estos significados porque abundan. En este laboratorio del inconsciente que es la consulta, todo tiene un significado. El diván crea las condiciones para crear este teatro del mundo. Cuando llega la persona emergen estos pequeños detalles, con una atención que se reorienta hacia la escucha. Cuando estudiaba pediatría en Londres, tuve la oportunidad de establecer contacto con Ana Freud, en la casa donde vivió su padre durante un año. Al mostrarme su estudio noté que tenía una mecedora. Según el fundador del psicoanálisis, es importante que el psicoanalista no tenga un punto fijo, sino flexibilidad y movimiento. Por eso su silla era una mecedora.

¿Cuáles serían las herramientas para un psicoanálisis cotidiano?
Yo le diría a la gente que preste atención al misterio y la sorpresa de lo que emerge entre líneas. No lo que pasa cuando llegamos a dónde íbamos, sino en el trayecto. Se trata de poner atención a las pequeñas cosas, aquellas que se nos esfuman porque queremos llegar pronto. La pausa y el enfoque en lo insignificante es donde radica la magia.

En esta inmersión hacia uno mismo, en la que nos guía el psicoanálisis u otras formas de psicoterapia, vamos también al encuentro de arquetipos como la sombra (lo que no queremos ver de nosotros) o el niño interior. La editorial Kairós reeditó recientemente el clásico Recuperar el niño interior (1993), con textos de Carl Jung, Ralph Metzner o Joseph Campbell. En palabras de Jung, la función del arquetipo no es representar algo que existió en un pasado remoto, sino algo que existe ahora. El niño interior aporta claves de quién somos o sirve para corregir la excentricidad de la mente consciente. Como ejemplifica Krishna, el niño-dios es invencible y triunfa sobre la muerte. Atenderlo y armonizarlo es una de las mejores formas de terapia. En este sentido es bueno recordar el clásico Psicoanálisis y cuentos de hadas (1976) de Bruno Bettelheim para comprender la influencia de los cuentos sobre el niño que habita en nosotros.

Las enfermedades de la mente están al orden del día, por eso no es extraño el incipiente interés de autores y editores por abarcar este campo desde una perspectiva que no siempre debe quedarse en esos simples, aunque necesarios, libros de autoayuda. Hoy celebramos el regreso del psicoanálisis a nuestra vida cotidiana de muchas maneras. Además de sentarnos en el diván, podemos hacerlo en el sofá, abriendo las páginas de un libro o contemplando las series y ficciones audiovisuales desde otra perspectiva. Esa que nos habla del barro del que procedemos y el material con el que forjamos los sueños. Si atendemos a lo sutil, comprenderemos muchas cosas de ese gran entramado inconsciente del que procedemos.

ALEXIS RACIONERO​
16 JULIO 2022 – LA VANGUARDIA

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