La clave de la corriente fundada por Sigmund Freud a finales del siglo XIX es el inconsciente, esa parte de nosotros mismos que no conocemos, donde el terapeuta busca las causas de las enfermedades mentales y las conductas desadaptativas.

Artículo (La Consulta de Chamberí) - Psicoanálisis

En el psicoanálisis, la sanación pasa por hacer conscientes traumas reprimidos y asociaciones inconscientes de sentimientos y pensamientos. Entender los conflictos internos del pasado hace posible reaccionar bien ante las circunstancias presentes. Es un tratamiento largo, pues precisa de sesiones semanales durante años. A cambio, según sus defensores, permite profundizar en la mente y ayudar al paciente a conocerse a sí mismo. 

Daniel Schoffer, psicoanalista y miembro de la Asociación Psicoanalítica de Madrid, nos habla de este método curativo que, pese a ser quizá el más popular, es un gran desconocido para la mayoría de la población.

¿En qué casos está indicado el psicoanálisis?
Sobre todo para las neurosis: fobias, obsesiones, problemas psicosomáticos, depresión, angustia… A veces también es efectivo para tratar psicosis, con ayuda de medicación.

¿Cuál es su base científica?
Tiene que ver con los hallazgos de Freud. A partir de la práctica clínica descubrió el funcionamiento del aparato psíquico y un método específico para el tratamiento de las neurosis. Los síntomas son producto de un conflicto interno. Parte de ese conflicto es inconciliable con el sujeto que, por eso, lo expulsa de la conciencia en lugar de resolverlo.

¿A dónde lo expulsa?
Al inconsciente, por un mecanismo de represión. Es entonces cuando pueden surgir síntomas, puesto que lo reprimido sigue activo en el inconsciente pero fuera del control del yo. Los síntomas son un intento enfermizo de curación, porque alivian y permiten descargar parte del malestar del conflicto; sin embargo, producen un nuevo sufrimiento.

¿Cómo cura la terapia?
El psicoanálisis ayuda a entender al paciente que el daño viene del conflicto interno, de tendencias e impulsos que no acepta, y no de fuera. Se trata de hacer consciente lo inconsciente, ya que, si no, lo descargará en forma de síntomas, actos fallidos y sueños. Se trata de que admita esas tendencias que prefiere ignorar enfrentándose al conflicto para resolverlo o, si no tiene solución, para aprender a vivir con él.

¿Todo lo que está reprimido desemboca en una enfermedad?
No. Solo cuando produce sufrimiento y entorpece la vida. Por ejemplo, si cada vez que alguien va a hablar en público le duele la garganta, puede ser síntoma de una inseguridad. Si además es profesor y eso le obliga a cancelar clases, el conflicto no resuelto interfiere con su profesión. A veces, el enfermo no es consciente de su mal y repite las situaciones de fracaso o sufrimiento, que achaca a la mala suerte, a lo dura que es la vida…

¿Cómo es una sesión típica?
El psicoanalista pide al paciente que diga lo primero que se le ocurra sin censurar nada, aunque parezca no venir a cuento. Esto se llama asociación libre. Luego el analista trata de interpretar aquello que interfiere en el relato. Si el paciente se equivoca, se bloquea o recuerda un sueño es que quiere decir algo y solo lo puede expresar mediante esas formaciones del inconsciente. Todos los relatos son pantallas que esconden lo que quiere expulsar y ve como ajeno.

¿Por qué es tan importante la palabra?
Todo tiene que ver con ella, con el relato que uno puede construir sobre sí mismo. Hace falta tiempo para escuchar al paciente y para que él se escuche. Hablar, en sí, ya es terapéutico. La palabra cura, organiza, disuelve el trauma, da un nuevo sentido a lo que nos aqueja.

¿Cuál es la duración media de la terapia?
De tres a cinco años es un tiempo razonable para llegar a las causas. Pero la remisión de los síntomas puede llegar antes. A veces en pocas sesiones, porque el paciente hace una huida hacia la salud o porque se sugestiona, como un placebo en medicina.

Es difícil no tener ningún conflicto reprimido. Por eso, ¿estamos todos enfermos?
Podríamos decir que sí. Como escribió Freud, hay un malestar en la cultura, el sujeto debe someterse a un orden simbólico dominante y sofocar ciertas tendencias en nombre de su hominización.

El psicoanálisis, además de terapia, es un método para autoconocerse. ¿Acude gente a su consulta con este fin?
No. La gente no se psicoanaliza así porque sí. Es un trabajo intenso, que exige compromiso y regularidad. Cuando viene alguien es debido a que está deprimido o angustiado, pues no sabe qué le pasa.

¿Se considera usted una persona feliz?
Sí. No quiere decir que no tenga conflictos, porque, si no, no me pasaría nada, sería un idiota o estaría muerto.

Para ser psicoanalista hay que psicoanalizarse primero. ¿Le ha servido tumbarse en el diván?
Mucho. Por ejemplo, para saber por qué quería ser psicoanalista. Mi profesión es una forma de sublimar mi deseo voyerista, igual que el odontólogo sublima su impulso de torturador o el periodista, el de cotilla.

 

LAURA GONZÁLEZ DE RIVERA
10 OCTUBRE 2020 – MUY INTERESANTE

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