Uno de los puntos importantes en los que me gustaría ahondar es en la “inmediatez” asociada a las tecnologías. Hace poco, en otro lugar, pregunté cuántos de los padres presentes usaban la tablet o el móvil relacionado con sus hijos para que comieran, pudiesen dormir o simplemente para que se calmaran y permitieran realizar otras tareas necesarias de la casa.

Prácticamente toda la sala confirmó este tipo de uso. Y es absolutamente comprensible, pues vivimos en la era del aquí y el ahora y el tiempo es un bien que escasea y parece que es más necesaria que nunca esa inmediatez. La espera no está contemplada. De esto se alimentan ciertas plataformas como Twitter o Whatsapp en las que la inmediatez de información o comunicación son la clave, para lo bueno como para lo malo. Sin embargo, sabemos que en la vida esto no es siempre posible. La espera y la capacidad de aguantar la ansiedad que esta suscita (o el aburrimiento que supone) es parte de la vida: que llegue el examen, que llegue el fin de semana, que me llamen de aquella entrevista, que llegue la hora de comer…

El niño, ya desde pequeño, ha de ir ensayando que la inmediatez raramente es posible y que los fallos o las esperas son parte de la vida. Si no construye una tolerancia a la espera razonable, cuando lleguen estos momentos inevitables, la excitación sentida, el sufrimiento padecido o el profundo aburrimiento que surge se volverán intolerables. Y en este sentido sí me gustaría pensar qué supone cuando a un bebé o a un niño se le enchufa la tablet o el móvil para combatir esta excitación que no tolera (ya desde hace años se viene haciendo con la televisión). Quizás lo que el niño necesita en ese momento es que se le aguante la rabieta, demostrándole que hay otra persona que puede tolerar la situación y acompañarle en ese malestar que siente. Lo más importante de esta experiencia es que el niño comprueba que se sobrevive, se pasa y no sucede nada nocivo por esperar. O quizás necesita que se le dedique un tiempo mayor en alguna faceta de la vida, pues es sabido que ciertos logros evolutivos requieren tiempo, espera y perseverancia. Si en vez de acompañar al niño en sus necesidades, nos reemplazamos por las pantallas, se produce una inundación de imagen que, efectivamente, calma el malestar momentaneamente y permite que el niño coma o esté aparentemente tranquilo, pero a la vez se obtura que otros mecanismos de pensamiento, de creatividad y de mediación internos se desarrollen. Y son estos mecanismos con los únicos que podremos contar en el futuro cuando todo lo demás falle. El problema de ello es que si no incorporamos estos mecanismos psíquicos de tramitación, cada vez que nos encontremos muy nerviosos o aburridos (y esto sucederá a menudo), acudiremos a aquellos objetos externos que nos fueron calmantes…pero esto, no lo olvidemos, es la definición de dependencia. No es de extrañar entonces que al menos la mitad de los españoles, según diversas publicaciones miren el móvil justo después de despertarse y que casi la mitad de los españoles lo consulten 1 vez cada 10 minutos. Así sucede, como pasaba antes, que algunas personas cuando esperaban se fumaban un pitillo o se iban al bar y se jugaba una partida a la tragaperras. El mecanismo no es tan distinto a ver que se cuece en Facebook.

También vemos como más adelante, ya de adolescentes o incluso antes, se produce esta necesidad de inmediatez. Un ejemplo es la necesidad de contestar en el momento al whatsapp del amigo o al comentario del Instagram. En el momento que alguien nos requiere, sentimos una excitación interna producto de la demanda y si no hemos podido construir límites y mecanismos de tramitación, necesitaremos de la descarga de la tensión inmediata que supone el contestar. Y sabemos que esto no solo no siempre es posible, sino que muchas veces no es conveniente (a la hora de estudiar o en un futuro trabajo será necesario que podamos concentrarnos en esa tarea, sin que otros elementos externos nos distraigan y tensen y no podamos posponerlos, también necesitaremos decir que no para protegernos y no convertirnos en seres absolutamente sumisos y caer en ciertas adicciones).

En definitiva, el problema del exceso de inmediatez radica en que no facilita que se construya una estructura de pensamiento mediadora de excitaciones internas que nos permita convivir con ellas, sin tener que producir una descarga inmediata como les pasa, por ejemplo, a tantos chicos diagnosticados de hiperactividad. El pensamiento, que es nuestro traductor de excitaciones en representaciones que nos permiten movernos como sujetos, no se desarrolla mediante la inmediatez y los automatismos.

Pablo Aizpurua Garbayo
Inscrito en el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid con el número M-23869
C/ Santa Engracia, 133
(28003 Madrid – España)
Tel: 915986859
E-mail: [email protected]

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